
(…) Salvo Polonio, Claudio, Rosencrantz y Guildenstern, los demás muertos de Hamlet y dos sobrevivientes, Horacio y Fortinbrás, encuentran una segunda oportunidad en la tierra de los deseos gracias a estos poemas de Bossi. Son fantasmas que vuelven a ser cuerpos. Y esos fantasmas hablan ahora un español con inflexiones argentinas, que suena como un idioma atemporal, una lengua poética en la que viven de nuevo para decirse a sí mismos, pero sobre todo para decir lo que aman y lo que odian. En cierto modo, es como si más allá de Shakespeare el poeta tutelar de estos personajes ya no fuera sólo Ovidio sino también Catulo, de modo que el emblema de las transformaciones proteicas se combina con el de la dualidad y la multiplicidad. Como Hamlet le dice a su madre: «…Las formas de mi deseo cambian,/ pero no vos, que estás hecha, como yo/ de la misma sustancia inmóvil, y entonces/ parece que giramos en la tormenta y/ estamos fijos. Odio y amo a la vez,/ o ni una cosa ni la otra: sueño…” (…) Al revés que Shakeaspere, que desaparece en sus personajes, Bossi está presente en todos ellos. Pero su presencia no los asfixia. El intenso monólogo que se escucha a través de las distintas voces de Fiel a una sombra dice o intenta decir la imposible verdad de lo uno y de lo múltiple, una verdad que se escapa de todas las palabras y que no obstante sólo podría sostenerse en el lenguaje, ese aliento articulado que es el más sutil de los cuerpos y que por eso mismo es apto para que encarne en él cualquier fantasma, cualquier ausencia.
Carlos Schilling